La Universidad de Mareantes



A mitad del siglo XVI, las orillas del Guadalquivir rebosaban de actividad, Sevilla era puerto y puerta de Indias y en este momento tan importante de nuestra ciudad algunos pilotos, maestres y señores de naos de la Carrera de Indias, se reunieron para redactar una serie de normas creando así una cofradía religiosa que daba culto a la Virgen del Buen Aire.

Se buscaba dar asistencia y protección a sus miembros; por un lado, destinando parte de sus fondos para rescatar cofrades capturados o que hubieran sufrido robos de corsarios, se aseguraba también la atención en un hospital, sin distinción de clases, de los marineros enfermos o accidentados, así como a un entierro digno con rezos y misas para las almas de los fallecidos.

En 1569, Felipe II aprobó la normativa de la cofradía, después de que estas fueran corregidas por los oficiales de la poderosa Casa de la Contratación.

Paralelamente a la cofradía se creó otra entidad independiente llamada Universidad de Mareantes, no siendo obligatorio que los cofrades pertenecieran a la Universidad y viceversa. Esta segunda institución, se creó con distintos fines, más ambiciosos y mundanos como el aumento de privilegios y el ascenso social de estos navegantes.

La Universidad de Mareantes se encargó de la administración del Colegio Seminario de San Telmo de Sevilla, desde su fundación en 1681, que combinó la labor docente con la religiosa, y donde chicos huérfanos y pobres recibieron instrucción en el arte de la marinería y del pilotaje con el objeto de servir en las armadas y flotas de la Carrera de Indias.

Hoy día, en ese mismo lugar encontramos el centro cívico la Casa de las Columnas, abierto a aquellas personas, Entidades Ciudadanas y Administraciones Públicas que deseen organizar actividades, prestar servicios al resto de la comunidad o como lugar de encuentro y reunión.


Bibliografía:


  • La formación de los pilotos de la Carrera de Indias - Marta García Garralón.
  • Los hermanos de la cofradía de Mareantes en el siglo XVI - Mª del Carmen Borrego Plá.
  • Comentarios